Handcuffs (Erika Lust, 2009)

Erika Lust acaba de estrenar su nuevo cortometraje, "Handcuffs", y con buena predisposición ayer me dispuse a ver este nuevo trabajo de la creadora de la magnífica "Cinco historias para ellas". Tras los casi siete minutos de duración del filme, hice lo que se merecía la película: le volví a dar al play y volví a disfrutar (asintiendo mudo, pausado y absorto) del genial trabajo que acababa de presenciar. "Handcuffs" forma parte, según Lust, de un proyecto más amplio en el que está trabajando. Desconozco si será un largometraje compuesto de varios cortos (seguramente) o una versión extendida de éste (no me importaría); pero si el resto del proyecto despide la misma fuerza que este cortometraje, estamos de enhorabuena.

Lust nos introduce de forma sincopada y a ritmo de lounge en un club elegante, donde Olga soporta estoicamente al típico ligón anodino de bar. La llegada al local de una misteriosa pareja capta su atención, que se desborda al ver que la chica, bajo su abrigo de piel, se encuentra esposada con las manos a la espalda. Lust nos lleva de la mano ante esta situación inicial sin utilizar ni una sola palabra, dejando que los actores y la escenografía hablen por si solos, y acompañándolos con una fantástica banda sonora, que se mueve entre el lounge, el IDM y el indie rock. Cada imagen del corto es como una fotografía planeada hasta el último detalle (que recuerda, en ocasiones, al mejor Andrew Blake) y es esta planificación junto al trabajo interpretativo y un montaje ágil lo que nos transmite la fuerza de la morbosa situación que vive la protagonista, una genial Olga Blanco ("VentdelPla", "Guante Blanco") fantástica, bellísima, misteriosa y sutil.

Pero el mérito del buen resultado de "Handcuffs" es compartido, ya que gran parte de la belleza estética del filme es obra del fotógrafo y artista visual Gustavo Lopez Mañas, fotógrafo de campañas promocionales de películas como "Rec" o "Cobardes", y que confiere al proyecto elegancia y una belleza plástica de primer nivel. No se puede negar que el sexo explícito (entre Paco Roca y Natalia París) es breve, fugaz y físicamente insuficiente. La escena te deja con ganas de más, de continuar presenciando lo que sucede tras la puerta del último fotograma. Sin embargo, Lust deja para nuestra fantasía (esa es su intención, al fin y al cabo, alimentar nuestra fantasía) imaginar cómo continúa la aventura de Olga. Una aventura más erótica que pornográfica, pero realmente morbosa y bien planteada. Lust consigue de nuevo sorprender y acariciar al espectador (tanto hombres como mujeres) con erotismo, morbo y mucho arte. Sin duda, merece la pena. Voy a verlo de nuevo.

 



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